la suavidad de tu alma,

la valentia de tus actos, 

la sutileza de tu expresión, 

la inseguridad de tus dudas, 

la incertidumbre de tus respuestas, 

la espera de tus reflexiones,

la subjetividad de tus críticas, 

la racionalidad de tus consejos, 

la sensibilidad de tus manos, 

la simpatía de tu sonrisa, 

la legitimidad de tu mirada, 

y eso que en conjunto me estremece, distingo perfectamente cada rama, teniendo en cuenta que después de todo, es un tronco común; todo revalsa en la misma persona, en el mismo cuerpo, y en la misma conmoción. 



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